La historia de María Beatriz

Ayudar a una mujer es ayudar a una familia

  • 09 Agosto 2017
  • Maria Beatriz Ortega

En abril del 2010 noté que uno de mis senos estaba diferente, en una parte la piel estaba marcada, como si fuera la cáscara de una naranja. En ese momento hablé a la ginecóloga y me dijo que no me preocupara, que probablemente era porque cuatro días antes me habían realizado un ultrasonido de mama y una mamografía (que por cierto, los resultados habían salido sin ninguna observación). Me recetó una crema y si en un mes no se me quitaba fuera a verla, pero que no me inquietara.

Al mes la fui a ver y me revisó y me dijo que aunque sí se veía la piel diferente no se sentía ninguna “bolita”. Me dijo nuevamente que no me preocupara, que eso iba a desaparecer y que si en agosto no había desaparecido, me hiciera nuevamente un ultrasonido y otra mamografía.

Como podrán imaginar, eso no desapareció y en agosto fui a hacerme los estudios y ahí empezó el peregrinar que no le deseo a nadie.

El oncólogo me dijo que sólo por mi insistencia se había detectado a tiempo. Aun así, no me libre de pasar por 8 quimioterapias y 25 “radios”, además de una operación, caída de pelo, de pestañas, de cejas y lo tremendo que es sentir que tu vida es como un rompecabezas que cae al suelo y se desbarata; pero sabes que ahí está, y que en tus manos está empezarla a armar de nuevo con la fe puesta en Dios; esa fe que te ayuda a levantarte y mantenerte de pie mientras pasas por todo el proceso. Esa fe que te hace agradecerle a Dios su presencia en tu vida.

Este tipo de enfermedad no sólo afecta a quien lo tiene, sino a toda la familia, sacude la vida de todos, de tu esposo, de tus hijos, hermanos y amigos, pone a prueba la unión familiar, importantísima, ya que ello te anima a seguir hacia adelante, de igual manera pone a prueba la capacidad de trabajar por ti, para ti. Como me dijo el oncólogo: “Señora, ni la mejor medicina hará efecto si usted no trabaja en su estado de ánimo”. Entonces entiendes que es momento de mirar hacia ti, de quererte con toda el alma, de darte lo mejor de ti y de aprender a recibir lo mejor de los demás.

Ciertamente después de la tempestad llega la calma y pensé de qué manera podía agradecerle a la vida por lo vivido. Fue entonces que supe del grupo AMYCC (Asociación de mujeres Yucatecas contra el cáncer A.C) y me puse en contacto con ellas. Ahí colaboro desde entonces junto con otras mujeres y doctores, que a manera de voluntariado nos reunimos los lunes en el dispensario de las Siervas de María de 15:30 a 19:30. Se les ofrece pláticas de apoyo, se les practica examen de mama, papanicolaou, ultrasonido de mama, consulta médica y medicamentos sin costo alguno a mujeres de escasos recursos de los municipios del Estado de Yucatán.

La Asociación le apuesta a la prevención, por lo que también acudimos a dar pláticas donde se nos solicite sobre el tema, haciendo conciencia de lo importante que es observarnos, auto checarnos, de asistir con el médico y si tenemos dudas, pedir una segunda opinión, porque a nadie más que a nosotras nos interesa estar sanas. Todos somos vulnerables a pasarlo. Pero para poder realizar todo esto se necesitan fondos, por lo que en el mes de octubre de cada año llevamos a cabo una pasarela en el Gran Salón del Club Campestre a beneficio de AMYCC . La colaboración de todos es importante para poder continuar la labor que la Asociación se ha propuesto con las mujeres. Ayudar a una mujer es ayudar a una familia.

Y si alguna vez, la vida te pone en la situación en que estuve y te preguntas, como yo lo hice, “¿por qué a mí?”, quizá el tiempo te de la misma respuesta que a mí: “¿y porque a mí no?”.